Con el cadáver del dictador aún tibio (1978), y la extrema derecha amenazando con una inmediata regresión democrática, formó el grupo de sevillanas La Esmeralda y sus flamencas, con Carmela, Cristina y La Tornillo (única superviviente), y grabó un disco insólito, desternillante, aún hoy día, dinamitando las machistas reglas del folclore andaluz de la época.